nos encontramos una riqueza histórica que se vuelve infinita, tanto en las distintas localidades provinciales como en plena city. La catedral, el Cabildo histórico, la
que nos presenta obras arquitectónicas de gran valor histórico como el Colegio Nacional Monserrat, la
Compañía de Jesús junto con su Capilla Doméstica y la Capilla de Lourdes, la Biblioteca Mayor, la Universidad de Derecho y Ciencias Sociales, el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, y la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la Cripta Jesuita y una amplia gama de opciones que nos mueven a conocer más sobre esta esplendida ciudad.
Dentro de todas las propuestas que se nos presentan, hay una que merece la atención de los visitantes en su estadía por La Docta.
La iglesia y convento de San francisco es una de las maravillas más antiguas de la ciudad de Córdoba. Ubicada entre las calles Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes e Ituzaingó.
Comparte con el Colegio de la Inmaculada Concepción una pequeña plaza, bautizada plaza San Francisco y ambos predios se encuentran rodeados por una reja. En el centro de esta plaza, se aprecia una imagen de la Virgen hecha en metal.
La historia de esta iglesia o convento de San Francisco se remonta a los primeros asentamientos de los españoles y de la conquista que ejercieron sobre estas tierras. Junto con los colonizadores se estableció también la Orden Franciscana, quien obtuvo este solar que fue uno de los primeros en ser ocupados y, lo que sentó las bases para la formación de la ciudad de Cordoba.
Dentro de la iglesia de San Francisco se guarda celosamente el archivo más antiguo y más valioso de la ciudad.
Este símbolo de la tercer orden Franciscana, y fue bautizado antiguamente como Convento Máximo de San Roque de la Orden de Frailes Menores, sede de la primera capilla urbana y la primera escuela de la ciudad. El Fray Juan Pascual de Rivadeneira fue el fundador y autor intelectual de este proyecto. Allí les enseño a leer y escribir a los hijos de los conquistadores, ya cómodamente establecidos en el territorio. Debido a la dedicación en la enseñanza, la orden franciscana estuvo a cargo de la Universidad de Córdoba durante un extenso período, en el que se iniciaron los conflictos con la orden de los jesuitas.
Pasaron por este convento dos evangelizadores que han sido personajes ilustres a nivel histórico como San Francisco Solano uno de los predicadores enviados de la orden franciscana, en el año 1596 y el Fray Mamerto Esquiú, quien se convirtió en uno de los defensores de la Constitución argentina.
A fines del siglo XIX era menester para las órdenes religiosas la evangelización aún, esto dio nacimiento al Colegio de la Inmaculada Concepción, aledaño a la Iglesia de San Francisco y, con quien comparten la plaza anteriormente mencionada.
Este patrimonio histórico, se levanto a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, utilizando los planos del famoso ingeniero Juan Manuel López.
El 31 de diciembre del año 1971, esta pieza que sentó las bases de la formación de esta ciudad, fue nombrada como Monumento Histórico Nacional por el Decreto número 6373.
En su interior y fachada, posee un estilo clásico italianizante, aunque también encontraremos en ella detalles del neoclasicismo. Su nave con crucero de estilo renacentista nos dejará pasmados por su encanto. Sus bancos tienen una curiosa fusión de estilos, ya que en ella encontramos al estilo barroco latente, con detalles de los propios indígenas que realizaron parte del trabajo de construcción.
Encontraremos además pinturas de los siglos XVII, XVIII y XIX, entre las que se destaca una tela del artista noruego Juan Bautista Daniel. La mayoría de los cuadros que se alojan en la iglesia de San Francisco se hallan en la sacristía.
Una de las curiosidades que aloja esta iglesia es que en ella descansan los restos mortales de Pedro Luis de Cabrera y Martel, hijo del fundador de la ciudad de Córdoba, don Jerónimo Luis de Cabrera. Y en la entrada una placa conmemorativa menciona a quienes fueron los que participaron de la expedición colonizadora de Córdoba.
En la calle Ituzaingó tiene una de sus entradas, ya clausurada, que fue el salón comedor de estos religiosos que llevaba por nombre "Salón de Profundis."
Esta joya de la antigüedad nos espera para conocerla por completo. Más allá de los siglos emplazada, su historia permanece intacta, expectante, ofrece un paseo apasionante por las raíces y el pasado que nos marca profundamente, nos incita a ver que hay en sus muros, en sus pinturas, en sus esculturas e imágenes religiosas. Es ahí cuando descubrimos que hay mucho más por conocer, y que mejor que hacerlo en familia, en pleno centro de la ciudad y cerca de muchas más propuestas para todos los gustos, históricas, culturales, de entretenimiento y en el mejor destino.
