La ciudad de Córdoba, en la República Argentina, se caracteriza, entre otras cosas, por la belleza de sus espacios y monumentos. Tal es así, que fueron elegidas las Siete Maravillas de Córdoba, siete obras artificiales que se constituyen como símbolos de la ciudad y la provincia. Una de ellas es La Cañada, el hermoso paseo que engalana de sur a norte la capital cordobesa. Se trata del encauzamiento del arroyo que lleva su mismo nombre, que a lo largo de 3 kilómetros, divide en sus dos carriles la avenida Marcelo T. de Alvear, que luego pasa a llamarse Figueroa Alcorta.
Su singular aspecto es lo que le brinda el primer reconocimiento. Con aire medieval y adornada con bellos árboles palo rosa, La Cañada es una de las cordobesas más conocidas y más elegantes. Está construida con piedra caliza, aparenta ser una muralla o fortificación de la edad media, y en parte lo es, ya que su primera construcción fue obra de la orden jesuita en 1671. Pero la actual figura es mucho más reciente, más precisamente de 1944.
Y lo que hoy es uno de los dichosos distintivos de Cordoba, tuvo sus orígenes a raíz de desafortunados hechos que llevaron a crearlo. El calmo arroyo La Cañada era dueño de una mansedumbre que contrastaba totalmente con la violencia que cobraba cuando las tormentas se hacían presente. Éste desbordaba frecuentemente su cauce, provocando gravísimos destrozos a su paso. Por la salud de la ciudad colonial y sus habitantes, su frenado se hacía imprescindible. Así inició su historia. Andrés Jiménez de Lorca fue su inventor. En 1671 se concibió la primera versión de La Cañada, una muralla de calicanto que procuraba poner fin a los trágicos hechos. No obstante, se sucedieron posteriormente nuevas fatalidades, muy puntuales, que se recuerdan hasta nuestros días.
Una madrugada de 1890, las aguas se llevaron la vida de doscientas personas, conmocionando y preocupando a los pobladores. Varios años más tarde, en 1939, la devastadora corriente arrastró consigo todo lo que se le interpuso, entre vehículos, viviendas, animales y hasta el mismísimo pavimento, hecho que concientizó a las personas de la necesidad de replantear la estructura y funcionalidad de La Cañada. Fue durante el gobierno de Amadeo Sabattini que se inició la reconstrucción de lo que sería luego una de las visitas obligadas dentro de la bonita urbe, quedando inaugurada en 1944.
Difícilmente Jiménez de Lorca haya imaginado en el siglo XVII que al cabo de unos siglos, La Cañada se convertiría en una de las fotos típicas de la ciudad, siendo objeto de flashes, filmaciones, postales y hasta de la imagen que lleva al dorso la tarjeta de transporte público urbano. Su señorial apariencia de hoy en día relaja al caminante y dibuja sonrisas de asombro en quienes por allí pasan. Varios son los puentes que a lo largo de sus 3 kilómetros la atraviesan, permitiendo la comunicación del tránsito vehicular y peatonal de este a oeste. Las flores rosadas que adornan las copas de los árboles de sus costados, también perfuman el aire que se percibe al caminar a su lado.
Los apuestos faroles que se encuentran sobre los murallones tienen el semblante antiguo que ayuda a transportar nuestra mente a un cuento de ficción. Sus luces hacen al escenario hermoso también en la noche. Al ver todo este conjunto reflejado en el agua del arroyo con pétalos caídos que corre por debajo, cualquier visitante sentiría un aire de nostalgia mezclado con romanticismo que lo invade por un instante. Sería una actitud deshonesta dejar de admitir que los muchos hoteles, bares, confiterías y restaurantes que se instalan junto a La Cañada le deben parte de su atractivo. También a lo largo de su gracioso trayecto irregular, presenta en sus bandas lindos espacios verdes, como parques, plazas y peatonales, los cuales invitan en cualquier momento a disfrutar de la grata compañía de un mate, un libro o una charla entre amigos. La Cañada también es un frecuente escenario de música callejera, por lo cual es común escuchar tranquilas melodías de saxo, guitarras o violines al andar por sus inmediaciones.
Sin lugar a dudas, la Cañada es una de las arterias más renombradas de la Argentina por su hermosura y originalidad de estilo. Varias estrofas del cancionero argentino inmortalizan su nombre. Varias son también las poesías que coquetean con ella. Ícono de la ciudad de Córdoba, bien ganado tiene el lugar que ocupa dentro de las maravillas de su localidad madre, y dentro también del corazón de sus habitantes.
